dDC – Daza Diseño y Comunicación

La triste historia de la cara feliz

Paradójicamente, tras el más famoso de los emojis, la cara sonriente icono de la felicidad, hay una historia infeliz. Fue creada en 1963 por el estadounidense Harvey Ball, para una compañía de seguros de Massachusetts y el diseñador cobró 45 $ por el diseño, pero ni él ni la firma la registraron, circunstancia que aprovecharon otros, y que desencadenó arduas batallas legales en los tribunales para hacerse con el derecho de uso.

El diseño respondía a la demanda de la empresa de crear un símbolo sencillo para fomentar la fraternidad entre sus trabajadores, así que Ball creó varias versiones de una sonrisa, pero ninguna convencía a su cliente, hasta que en un nuevo intento, lo rehízo agregándole los ojos y el color, alumbrando al que sería el mítico Smiley.

Los ejecutivos de la compañía al fin estaban satisfechos, pagaron generosamente al diseñador y mandaron hacer un centenar de broches para sus empleados; y ahí habría quedado todo. Pero Smiley cobró vida independientemente de la aseguradora, e, inesperadamente,  se puso de moda: en 1971, era la imagen más vendida de Estados Unidos, reproducida en innumerables y variados soportes. La moda pasó, pero Smiley sobrevivió y volvió a la cresta de la ola a finales de la década de los ‘80, retomando con fuerza su ubicuidad en sudaderas, llaveros, pegatinas…

Ball nunca percibió más que aquellos 45 $, pero no se lamentó, a pesar de que fueron otros los que la registraron y se beneficiaron de su creatividad: la empresa Hallmark, vendió 50 millones de broches de Smiley con el eslogan “Que tengas un día feliz” apuntándose además el tanto de contribuir a elevar el ánimo colectivo durante la guerra de Vietnam. No fueron los únicos: en 1971 el periodista francés Franklin Loufrani, fundaba The Smiley Company, que se convertiría en un gigante internacional y que hasta el día de hoy es dueño de la licencia de la carita feliz en un centenar de países. En la década de 1990, la empresa estadounidense Walmart quiso apropiarse también de la imagen, batallando en los tribunales contra la firma de Loufrani.

Mientras tanto, en 1999, dos años antes de morir, el propio Harvey Ball, que nunca había reivindicado la celebridad que le correspondía, creó el Día Mundial de la Sonrisa, el primer viernes de octubre, para animar a otros a hacer cosas buenas por los demás, bajo la consigna “Haz una buena obra, ayuda a que una persona sonría”. Su hijo intentó rescatar la memoria de su padre creando la ONG dedicada a la beneficencia World Smile Foundation, consciente de que su padre “creía que cada uno de nosotros tiene la capacidad de marcar una diferencia positiva en este mundo, y vivió de acuerdo con esa creencia”. H. Ball “sabía que cualquier esfuerzo por hacer que el mundo sea mejor, no importa cuán pequeño sea, vale la pena. Comprendió el poder de una sonrisa y de un acto amable”.

Smiley, ajena a toda polémica, se mantuvo viva y siguió evolucionando, adaptándose a los valores sociales y culturales de cada época, y ha seguido usándose en todo el planeta hasta la actualidad. Nacida como símbolo de optimismo en los ’60, fue logo comercial en los ’70 , emblema de la cultura de las raves en los ’90 y precursora de todo un lenguaje visual, el de los emojis, cuya vigencia amenaza con terminar reduciendo el lenguaje convencional en mensajes de texto y redes sociales…

Síguenos